martes, 29 de abril de 2014

Pero vamos HABER...


Queridos Directores de cadenas y programas televisivos:

Reconozco que muchas veces salgo a pescarles y muchas lo consigo. Por desgracia son muy pocas las ocasiones en que puedo llegar a tiempo para obtener el documento que acompañe como prueba estas patadejas que sus subordinados le dan (muy a menudo) al diccionario, al lenguaje o sencillamente al buen gusto.

Me dirijo a ustedes, directores, porque considero que son los máximos responsables de que estas cosas ocurran. Les daría un consejo: menos comiditas, menos cochazos, menos amiguismos, menos gomina y “je suí la laite”, y más contratar gente que pueda cubrir adecuadamente algo tan importante como la redacción de un titular que acompañe una noticia televisiva. Supongo que un redactor que trabaja bajo cuerda (asfixiado más bien) no tiene tiempo de andar corrigiendo lo que va a publicar; a veces parece que ni siquiera hay plazo para echar un vistazo rápido.

La Televisión es IMAGEN. Y todavía no es Facebook o Twitter: aquí sí que hay que demostrar seriedad lingüística… o se encontrarán con cositas como estas.

Cuídenla. Y de paso cuiden a quienes les dan de comer.




Maravilloso ejercicio de tic dactilar. Quizá lo escribió correctamente en un principio, pero después pensó que una tilde en SABER daría al conjunto una regularidad arquitectónica más, digamos, clásica. Todas con tilde y sanseacabó.
 


 
 
De esta noticia tomé una buena cantidad de fotejas, pero aquí quedan representadas las zafieces más repetidas. ¿Para qué vamos a abrir las exclamaciones en unas noticias si no las abro en mi móvil? Y ahí queda una hermosa tilde en “superficie”, que si no es esdrújula queda poco impactante.

 

 
Honra al periodista la intención de no caer en la repetición, pero vamos, dividir el nombre en dos, uno en titular y otro en pie de noticia queda un poco chusco. El actor francés Gerard… y se queda tan ancho. ¡Con lo bien que hubiera quedado finalizar la frase en "francés"!

 



 
 
Que digo yo que un tratamiento como Sus Majestades debe ir en mayúscula al completo, ¿o se refiere a las Majestades de él/ella? ¡SUS y a él!

 

 
Si Lord Voldemort levantara la cabeza se volvía a la tumba de inmediato. Comprendo una confusión ocasional por cercanía en el teclado de la B y la V, y espero por mi bien mental que fuera esa la causa, pero hombre de Dios, ¡lee antes de darle al ENTER!

 

 

 
Típico cacao mental por considerar que el mero hecho de ir entre exclamaciones o interrogaciones dota al QUE de tilde por cojones –como señala cierto medio apropiado cachondeo feisbuquero-. No, muchachos, aquí no la lleva.

 

 
Este me encanta. No sé si fueron palabras literales de Arenas o un encebollamiento del redactor de la noticia, seguramente buscando algo más parecido a CAPITAL (se me antoja extremadísimamente retorcido que pueda referirse, mediante casi incomprensible metáfora, a una presencia política por España a la manera de los vasos capilares del cuerpo humano), pero de algo no me cabe ya ninguna duda: PARA PELUDOS, LOS DEL PP.

 

 
Esta se ve de pena porque es en las letrillas de abajo donde se encuentra el error, pero claro, van a toda leche y la cámara de mi móvil es un poco ñordosa. Literalmente: “…DE LA CRISIS?.”  Interrogación y después punto. Ou yeah.

 

 
 
Esta para pequeños friquitowns como yo. Me pareció insultante, casi blasfemo. Esta peli no se llama así. Le ha añadido un “puedes” porque, no sé… porque le dio por ahí. Debió de decirle el jefe: “No puedes titular lo que te salga la hueva”.

 

 
La definición de “muchedumbre” incluye una multitud de cosas, no sólo personas, pero vamos, que como me pasa con los grandes artistas, no entiendo el talento del redactor -o del Gnomo. Monsieur Metáfora al ataque desde mi televisor.
-Una muchedumbre de pronósticos furiosos asaltaron anoche el Congreso, blablablá…

 

 
 
No la considero grave ni mucho menos, pero “incluidas” no lleva tilde. La dejo sólo como anécdota.

 

 

 
No, señor: lo que hay de verdad es una claro confusión respecto a concordancia de género.

 

 

 
Y aquí una clarísimo falta de concordancia en la números. No sé si fueron del mismo día; hay que tomar menos café por las noches, Tomás.

 

 
Lo pasamos mal o LAS pasamos canutas. Concordancia de nuevo al retrete, ¡y olé!

 

 
 


 
Y por último, cronológica y catetísimamente, la Joya de la Corona. Una bien reciente, de un lamentable suceso. Hallado HA cinco kilómetros. Si fuera por omisión se podría entender, pero añadiendo, no eliminando, esto no tiene perdón de Lázaro Carreter. Madre mía.

 

UN PAR DE REGALICO:
 
No son de la tele, pero cada una me hizo reír por sus motivos particulares.

 

 
Por si no habéis visitado el Dedo de Dios en Gran Canaria, aquí podéis ver cómo era antes… y dispues de troncharse.




 


Que sepa todo el mundo que en el Hospital Doce de Octubre, Benjamín el Cagón hizo su contribución al progreso de la investigación de los análisis. Sólo confundió el recipiente.


 

miércoles, 26 de marzo de 2014

Sencillo Método de Detección Inmediata de un GiliHipster


PREGUNTA: ¿Por qué te gustó La Noche de los Muertos Vivientes?

 
RESPUESTA A: Porque me flipan los zombis que le comen las vísceras a la gente.

RESPUESTA B: Porque, como ejercicio de reflejo de la situación socio-política de la época, es un estudio de las motivaciones consumistas y el profundo desarraigo de una sociedad marcada por el desánimo de una guerra en Vietnam yerma e inútil y una multitud descontenta con el sistema, amén del rodaje en blanco y negro granulado tan sabiamente elegido por el director, que le aporta una dosis de desazón y pesimismo que (UN BUEN RATO DESPUÉS) por lo que no cabe duda de que su estructura redondea lo ecléctico de una propuesta multicultural y diversa.

Odisea de un Parado

NOTEJA
Encontré esto escrito en septiembre de 2013; supongo que a veces el CELEBRO de uno hace a un lado ciertas experiencias poco después de escribirlas, pero creo que merece la pena darle un repaso a aquella mañana soleada en que fui, una vez más, mareado por el sistema burocrático.
Añadir que actualmente dispongo del Carné C, el de camión, que obtuve a través de una autoescuela y que, aunque aprobé en enero, aún estoy pagando mes a mes... y lo que me queda.
Y no, ya no cobro el subsidio.


“Canta, oh Musa, la cólera de aquel insigne Parado quien, avanzando entre los numerosos males y obstáculos interpuestos por el Hado, hubo de hallar al fin que, de entre sus enemigos, más poderoso que todos fue siempre aquel a quien dio a sí mismo en llamarse, inspirado por funesto y engañoso dios, amigo”.
 
1. Motivaciones.
 
Soy un parado más. Chupo del bote del Estado porque cobro el subsidio. Aún no he encontrado nada que se amolde a lo que busco, ni siquiera a lo que NO busco, dentro o fuera del mercado laboral convencional. No quiero extenderme en esto, pues la condición de parado es algo que algunos millones de vosotros entenderéis, de primera, segunda o como muchísimo tercera mano.
Pero sí quiero formarme. He hecho varios cursos de Diseño Gráfico de los que nunca he podido trabajar (no por más de 400 euros ocho horas), de modo que un buen día decidí que, puesto que disfruto conduciendo, podría orientar hacia ahí mis pasos. Por abrir mercado, más que nada. Camionero o autobusero, vamos. ¡MOC- MOOOOOC!
En abril me apunté, vía INEM (sigo y seguiré llamándolo así para que la canción de Reincidentes no pierda su sentido), a un curso que ofrecían de conductor de autobús. Desde ese punto, hasta hoy (septiembre), ni una noticia, NADA. Ni “ha salido el curso”, ni “se ha cancelado”, ni “quedas fuera de la convocatoria”. Nada, y ningún sitio donde buscar la información.
La orientadora me dijo entonces que en septiembre se suelen convocar cursos, de modo que me dije: bien, pues en septiembre lo vuelvo a intentar. Estoy muy interesado en hacer uno de estos, desde luego.
 
2. Visita al INEM.
 
Ha llegado septiembre. Hace mucho calor todavía. Sigo perteneciendo a la sucia casta del mamador de la Madre Teta. Ha llegado el momento de INFORMARME.
Primero lo intento con una cita previa por Internet (por no ir para nada, vamos, ¡qué infeliz!). Me dan cita electrónica para dentro de más de una semana. Pienso: “Bah, pues me presento allí, cojo numerito y a esperar. De todos modos merece la pena”.
Y así lo hago, contento porque me gusta conducir, feliz porque hace una mañana radiante y mis perritos y gatitos se alegrarán a mi regreso. Aparco como siempre en el quinto culo y camino fumando hasta el edificio situado en el Polígono Industrial El Carralero (Majadahonda).
No hay demasiada gente (lo esperaba más lleno, supongo que los 18 afortunados que han encontrado trabajo en agosto pertenecían todos a este municipio) y saco el numerito de la máquina con la letra I (de Información), por indicaciones de una chica… de seguridad (todos los usuarios de este lugar sabemos que la mesa de información está sólo para ser contemplada, como un recuerdo de cuando las cosas iban bien: nunca hay nadie ahí sentado).
Mientras espero mi turno estudio atentamente el tablón con las convocatorias actualmente abiertas: quince o veinte cursos, todos de informática a nivel usuario, o de gestión de datos, o de jardinería. Lo de siempre, vamos. Not interested.
Llega mi turno: mesa 4. Según voy avanzando observo a la señora, a la que llamaré Número 1, que apenas levanta la vista de la pantalla de su ordenador. Saludo y creo recordar que me lo devuelve.
YO: ¡Hola!, venía para ver si hay actualmente algún curso para conductor, de camión o autobús, me interesaría cualquiera de ellos.
NÚMERO 1: Los cursos que están abiertos actualmente a convocatoria están todos en el tablón de ahí fuera. Buenos días (a punto de ser vilmente despachado, y viendo que ya está preparándose para pulsar el botoncito que llamaría al siguiente, me veo obligado a insistir).
YO: No, pero espere: ahí no hay ningún curso de conductor. ¿No podría mirármelo? Vine en abril y me apunté a un curso de carné de autobús, pero no debe de haber salido, o algo. La chica que me atendió me enseñó un listado con cientos de cursos, y además lo tenía en pantalla. A lo mejor han salido cursos nuevos
NÚMERO 1: Si no están en el tablón, es que no existen.
YO: Verá, es que me da igual que se impartan en otras localidades. De hecho los cursos que me he hecho anteriormente los hice en Atocha, sin problemas, y yo estoy empadronado en Pozuelo. Tengo entendido que eso da igual. Los que he visto en el tablón son de la zona Noroeste, pero habrán salido más cursos a nivel provincial.
NÚMERO 1: ¿Quién te atendió? ¿Fue “nombre que no recuerdo”?
YO: Pues no recuerdo su nombre (valga la redundancia).
NÚMERO 1: Bueno, mira, ¿ves esa mesa de ahí? Pregúntale a la chica, dile que vas de parte de la Mesa 4 para ver si hay cursos.
Señala una mesa donde una señora o señorita (ignoro su estado civil) está atendiendo a otro parado.
YO: ¿Voy simplemente, y ella me podrá decir…?
NÚMERO 1: ¡Siguiente!
Me quedo en mitad del pasillo, pues ya ha llegado el nuevo parado hasta la mesa que yo ocupaba (espero que tuviera mejor suerte, desde luego). Aguardo observando a mi futura Reina de la Información. Como veo que hay un señor allí sentado, sin atender a nadie (recordad, he accedido ya a la zona de atención al parado), aprovecho para preguntarle. ¿Quién sabe qué oficinista, si lo hubiera, es el que me podría dar esa información que busco?
YO: ¡Hola!, perdone: es que estoy viendo si alguien me puede indicar un listado de cursos en toda la Comunidad, no me importa dónde. Es que quiero conducir un camión o un autob…
SEÑOR (sin levantar la mirada apenas): El listado de cursos está ahí fuera, en el tablón.
Como sé dónde va a ir a parar la conversación, desisto y sigo esperando a la mesa que me indicó la Señorita Número 1.
YO: Muchas gracias.
Al rato, sintiéndome observado por los cuatro o cinco trabajadores que se preguntarán sin duda si soy el típico petardo, compruebo que la mesa que pretendo está quedando libre. Corro para llegar a tiempo antes de que solicite un nuevo “cliente” con su numerito. Se muestra casi escandalizada (¿quizá aterrada?) por mi osadía; al menos abre los ojos como platos. Supongo que ver a un tipo en paro corriendo hacia ti con las manos extendidas puede producir tal efecto en algunas personas. ¡Chica Número 2!
YO: ¡Espere, perdone! Hola, me manda la chica de la mesa 4. Es que estoy buscando un curso de conduc…
NÚMERO 2: (con cara de haber mordido un trozo podrido de algo) ¿Que te manda la de la mesa 4? Hmmm… Los cursos están en el tablón de la entr…
YO (ya le voy cogiendo el gusto a explicar lo mismo varias veces): Ya, no…, verá. Es que busco un curso que no está en el tablón ese. En abril vine para una cita con una orientadora laboral, información, currículo, etcétera, y me enseñó un listado que abarcaba TODOS los cursos, no sólo los de este ayuntamiento. Me apunté a un curso de conductor de autobús, y ando buscando otra convocatoria, porque no me llamaron ni nada. Sé que existe la aplicación para buscarlos, no sólo en papel, porque cuando me apunté ella misma me la enseñó en su pantall…
NÚMERO 2: No, mira: actualmente ya no salen tantos cursos. Voy a mirar un momento. (He de reconocer que aprecié que fuera, por el momento, la única que al menos tecleó en su ordenador). Hmmm… A veeeeer… Pues no, no tenemos información de más cursos. Eso es porque la crisis impide que se hagan tantos como antes.
Un inciso: yo tenía una inquebrantable fe, no sé por qué, en que HABÍA salido algún curso de conductor. Por supuesto pretendía llegar hasta el final de la información; ahora sé cómo se siente un Testigo de Jehová con su Verdad ante el desprecio con que suelen ser tratados, los pobrecicos.
YO: Pero entonces podrá mostrarme algunos otros cursos por lo menos, ¿no? Quiero decir, si ha salido cualquier curso en un Ayuntamiento que no sea este, ¿lo puede mirar?
NÚMERO 2: Sí, pero mira: yo he sido durante años la coordinadora de formación (o algo así me dijo) de esta oficina y sé cómo funciona esto. Posiblemente no haya salido nada de conductor. Es lo que hay ahora mismo. En el tablón tienes…
YO: Pero entonces, ¿tengo que ir ayuntamiento por ayuntamiento de TODA la Comunidad de Madrid para saber si en alguno de ellos ha salido un curso de conductor?
NÚMERO 2: Bueno, puedes ir a la Consejería de Empleo a ver si te pueden decir algo. Aquí esta es toda la información que te podemos dar.
El resto de la conversación hasta la despedida fue solicitar la dirección exacta de esa Consejería de Empleo. De algún modo parecía reticente a darme más que vagas indicaciones de cómo llegar. Por suerte está en Vía Lusitana, zona que conozco porque allí vivía un gran amigo, así que agarré mi mochila, las llaves de mi coche y ¡zummmmm!, para allá.
 
3. Visita a la Consejería (que no Concejalía).
 
Según el Google Maps hay unos 15 kilómetros entre El Carralero y Vía Lusitana, dependiendo de la ruta. Yo escogí la M40 (craso error, por cierto, pero esa es otra historia).
Localicé el edificio de la Consejería de Empleo. Accedí a través de un módulo donde había que pasar por debajo de un arco detector de metales, y no sé por qué, eso me dio una sensación de seriedad que ya quisiera conseguir cualquiera de las empleadas del INEM, cuyos ojos entrecerrados recuerdan en cierto modo a los de Garfield durante el amanecer de un lunes. Desidia, aburrimiento. Pasé el examen visual, me dieron una pegatina de Visitante y accedí.
En la sala de Información cogí numerito. Aguardé mi turno (no mucho rato) y me senté con la única señora de toda mi odisea que por fin me ayudó, la Señorita Número 3.
YO: ¡Hola! Verá, vengo del INEM de Majadahonda, me envían por si me pudieran ustedes mirar si actualmente hay abierta alguna convocatoria para un curso de Conductor de Camión o Autobús.
NÚMERO 3: Pero ¿no te han dado esa información allí?
YO: Pues no.
NÚMERO 3: Vamos a ver. (Con cara de pocos amigos ante mis noticias, saca una carpeta donde tiene varios folios rellenos de cursos: ¡bien!, es muy similar al que me ofreció aquella orientadora en abril. Las cosas comienzan a enfocarse). Hmmm, a veeeer, estoooo… Sí, mira. Conductor de Camión o Autobús. Hay uno de cada. Están convocados, aunque aún no es seguro ni cuándo ni dónde se impartirán.
Mi corazón casi estalló de felicidad. Bien sabe Dios que estuve a punto de abalanzarme sobre la mesa y cubrir de besos  a aquella eficientísima señora, que en un minuto había conseguido acceder a la información tras la que llevaba DOS HORAS -esperas incluidas.
YO: ¡Estupendo! Bueno, pues me encantaría apuntarme a los dos, por si alguno no sale. La verdad es que no me importa mucho cuál.
Un trueno se oyó en el exterior, uno que rasgó el cielo e hizo que temblara el suelo. Y eso que estaba despejado.
NÚMERO 3: Pero TIENES QUE APUNTARTE EN TU OFICINA, AQUÍ SÓLO DAMOS LA INFORMACIÓN.
Bueno, no diré que odiara de pronto a esta señora, pero desde luego se me quitaron las ganas de casarme con ella.
YO: Me cago en… ¡Pero si me han mandado de allí porque no tenían esa información! No fastidie, que tengo que volver para allá.
Miré mi reloj: me daba tiempo, pero desde luego no por la M40, visto el acceso que había observado al venir.
NÚMERO 3: Lo siento. Lo que no puedo entender es que no te hayan dado la información y te hayan inscrito allí directamente. Es un desastre (volvió cierto amor por ella). Ve, apúntate a los cursos que te anoto aquí los códigos, y habla con la directora de la oficina si hace falta; porque desde luego deberían haberte podido informar.
Escribió dos códigos alfanuméricos con su correspondiente nombre del curso:
CONDUCCIÓN DE AUTOBUSES
CONDUCCIÓN DE VEHÍCULOS PESADOS DE TRANSPORTE DE MERCANCÍAS POR CARRETERA
YO: Así lo haré. ¡Muchas gracias! Voy para allá a toda leche.
NÚMERO 3: Suerte.
¡Qué señora más maja!
 
4. La Serpiente se muerde la cola.
 
Fui hacia Majadahonda por una ruta más lenta: por la Avenida de los Poblados. Hay radares que limitan la velocidad a 50 y muchos semáforos, por lo que, a pesar de la prisa que llevaba (sobre todo por acabar con aquella fatídica mañana de una vez), tuve que forzarme a ir tranquilito. Eso sí, acabados los Poblados, le metí buena caña al acelerador.
Llegué de nuevo al INEM esquivando diez o doce muertes seguras al volante. Si llego a palmarla en el trayecto juro que hubiera vuelto del Más Allá para atormentar a las señoritas de Majadahonda flotando sobre su cama noche sí, noche también. Aparqué de nuevo en el quinto culo y regresé al envoltorio de ladrillos de mi desesperación.
Numerito al canto. A esperar.
Por fin, mi turno. Accedí con el papelillo que me habían dado en la Consejería ya preparado en mi mano. Me atendió la Señorita Número 4, una dualidad de fémina, pues al principio la odié bastante pero luego me cayó bien y todo. ¡Lástima que no me tocara la Señorita Número 1 de nuevo!
YO: ¡Hola!, verá, he estado esta mañana para informarme de unos cursos de conductor de camión o autobús…
NÚMERO 4: Las convocatorias de los cursos las tienes en el tablón de la entr…
YO: Sí, sí. Bueno, pues aquí me dijeron tres personas que esos cursos de conductor no existían, así que me han mandado a la Concejalía de Empleo. Y allí me han dado este papelito donde resulta que tengo anotados los dos cursos que me interesaban, ¡los dos!, de los que aquí nadie me ha informado, así que quiero que me apunten.
NÚMERO 4: Pero en la Concejalía, ¿cómo te van a dar esa información? Es imposible que…
Joder, ¿qué sé yo de las nomenclaturas de la burocracia? ¿Iba a perder el tiempo con esa estupidez? Comprobé el papelito: CONSEJERÍA, no CONCEJALÍA. Supongo que la señora me veía enfadado y quería ponerme en mi sitio, donde dormitan los demás idiotas parados.
YO: Consejería, ¿qué más da?
NÚMERO 4: Ya, es que no es lo mismo. Yo he trabajado en la Concejalía y por eso te digo que…
La interrumpí, creo que no de muy buenas formas. Ya me habían repasado el escroto demasiadas veces aquella mañana como para encima tener que dilucidar designaciones nominales correctas con aquella señora.
YO: Bueno, pues eso. Quiero que me apunten a estos dos cursos.
Le entregué el papel. Me pidió el DNI. Tecleó varias cosas incomprensibles para mí.
NÚMERO 4: Pero veo que a un curso de conductor ya estás apuntado.
YO: Fue en abril y no sé nada de eso. Por favor, vengo de Aranjuez, llevo toda la mañana de aquí para allá porque ustedes no han sabido darme la inform…
Y de nuevo una disposición a tocar las pelotas por parte de Número 4.
NÚMERO 4: Si vives en Aranjuez, ¿cómo es que vienes a esta oficina?
YO (sin ganas de contarle, ni a ella ni a vosotros, esta parte de mi vida): estoy empadronado en Pozuelo, vivo en Aranjuez de forma habitual pero bla bla bla…
NÚMERO 4: Pues tienes que empadronarte allí, estás cometiendo un delito (o algo así; no entraré en ese debate, tengo mis motivos y se los explicaría encantado a un señor juez, pero desde luego no a una señora del INEM).
YO: Sí, venga, vale. Pero estoy aquí por los cursos. Haga el favor…
Clac, cataclac clac clac.
NÚMERO 4: Bueno, ya te he apuntado.
YO: Gracias. Y una cosa, ¿cómo y dónde puedo seguir la convocatoria esta? Dónde sale, cuándo, etcétera.
NÚMERO 4: Supongo que en la web…
Bien, continuamos hablando ya más tranquilos los dos acerca de la vida, del amor y de la muerte.
 
5. Epílogo.
 
Resultó que no hay forma de saber cómo informarme de la marcha de la convocatoria, y tendré que ir enviando emails y haciendo llamadas a la Concejalía (perdón, la Consejería) de Educación, Turismo y No sé qué, pero ya lo principal ha sido hecho, como dijo un tipo que colgaba de una cruz. Estoy actualmente apuntado a dos cursos que, según tres trabajadores del INEM de Majadahonda, no existían porque no figuraban en su tablón. No he aprendido nada de esta experiencia, con una excepción: JAMÁS volveré al INEM de Majadahonda a solicitar información de ningún tipo. Ni de cursos, ni de empleo, ni de nada de nada.
Tampoco hablé al final con la directora de la oficina, aunque en un principio lo solicité; Número 4 me informó de que en aquellos momentos no se encontraba por allí, y si hubiera aparecido durante mi charla sin duda la habría abordado, pero no sucedió tal cosa. De todos modos, prefiero dejarlo todo por escrito, es una forma de garantizarme a mí mismo que no me dejo nada atrás.
Abandoné aquel lugar con esperanza a pesar de todo. Supongo que ahora me toca lidiar con la Consejería, estoy empeñado en hacer uno de los dos cursos y espero poder llevarlo a cabo antes de encontrar un trabajo digno (que pocos hay, ¿habéis echado vistazos a las webs de empleo?), y si no, pues lo haré vía autoescuela y desembolsando (encantado por cierto, porque significará que podré gastarlo) el par de miles de euros que le supondrá a mi bolsillo.
Aquí tenéis a un futuro autobusero o camionero. Ojalá algún día vea subirse a mi autobús a la Señorita Número 1 (por ejemplo). Sucederá algo así:
NÚMERO 1: Hola, ¿este es el autobús que pasa por el Polígono Industrial El Carralero?
YO: No lo sé, señora, lo siento. Vaya a las cocheras de la Empresa Municipal de Transportes; en el tablón de la entrada podrá usted ver las paradas que existen en las diferentes rutas. Si no está en el tablón, es que esa parada… NO EXISTE.

jueves, 20 de marzo de 2014

Reseña: OJOS DE CIRCO, de Javier Martos y Jesús Gordillo

La Liga de los Friquis Extraordinarios.
 
En mayo de 2013 fue dada a luz esta novela, con la Editorial Tyrannosaurus Books como asistenta en el parto. Personalmente conocí a los autores Javier Martos y Jesús Gordillo en una breve (por mi parte, cosas de vivir en el Quinto Culo del Mundo) presentación, y por cierto que ya iba siendo hora, puesto que ya los tenía leídos, y bien leídos, en el foro Ka-Tet-Corp, donde escriben a menudo y con quienes comparto gusto desaforado por nuestro buen viejo Stephen King, el Rey de los Más Fe…, del Terror.
Allí fue donde me enteré de que iban a publicar una novela escrita a cuatro manos y, aparte de gozar de una buena dosis de envidia sana, me hice la firme propuesta de conseguir mi ejemplar aprovechando su visita a esta nuestra Capital Color Gris- Caca. Y así fue.
Por diversos motivos, formato no electrónico el que más pesó, al fin me hice también con la edición Kindle, y ya por fin lo leí del tirón.
Fue una lectura bastante rápida para lo que suelo últimamente, lo que ya me indica, al menos a mí mismo, que el resultado ha sido cuando menos bastante, bastante grato.
 
¿Qué es esto de Ojos de Circo? Puedo hacer un brevísimo compendio de las cosas que me he encontrado allí, por supuesto desvelando lo mínimo posible de la trama, ya que lo fundamental es ir viendo cómo se van desarrollando los acontecimientos y eso ha de hacerlo cada uno.
 
Nicholas Campbell es un niño con un problema muy gordo: su familia. Él, como el nombre de la novela indica, tiene los Ojos empapados de Circo, pero su padre, y por extensión generacional su abuelo, sólo quieren que siga una vida castrense, como ellos, y que haga el favor de olvidarse de una maldita vez del mundo del espectáculo, a pesar de su corta edad. Ahí entra, ya muy al principio, ese muchacho sujeto al conflicto debido a sentirse diferente a los demás.
Pero es que su diferencia con el resto del mundo es mucho más notable que una mera diversidad de vocaciones.
Se nos va mostrando muy poquito a poco el don con el que Nicholas cuenta, algo que no explotará hasta más adelante.
Y cuando explota, explota.
Hace primero sus pinitos en un pequeño espectáculo del que sale escaldado. Aún rumia su frustración cuando se produce el ataque a Pearl Harbor y su país entra en la II Guerra Mundial.
A pesar de intentar satisfacer en cierto modo las demandas de sus padres y su militarísimo abuelo, su ansia por entretener le vence, y tras ganarse un curioso enemigo durante la guerra, episodio en el que descubriremos que no es muy conveniente tocarle los cojones, ingresa en un espectáculo donde conoce al que será su primer socio, un pistolero español de letal puntería. Pero a Nicholas le falta algo: no son los más grandes. Finalmente decide organizar él su propio circo. Y no un circo cualquiera: reunirá los talentos más formidables a lo largo y ancho del mundo y le dará por fin a la humanidad el espectáculo definitivo.
 
No se puede hablar más de este libro sin arruinar su esencia, porque sencillamente hay que leerlo y tratar de ponerse tras los Ojos de Circo de Nicholas; y he de reconocer que a mí me ha resultado sencillísimo hacerlo. ¿Quién no ha tenido conflicto con su padre por no querer seguir sus pasos? ¿Por ser diferente? ¿Por no ser lo que se esperaba de él? Es en este campo donde más se explota la mentalidad de Nicholas, a lo que por supuesto cabe añadir un par de cosejas más, de esas que la vida no nos enseña, sino que nos frota en la jodida cara mientras se ríe de nosotros, circunstancias que definirán nuestra actitud para con el resto del mundo.
 

Los personajes secundarios, por su parte, son sencillamente de traca. Cada uno de ellos merecería una larga historia, pero bastará saber, porque lo vamos intuyendo, que un tipo como Nicholas no se va a limitar a juntarse con gente corriente. En absoluto. Y también seremos testigos de cómo el don de Nicholas, acicateado por el odio y la frustración, va apoderándose de él, de la lucha eterna entre un hombre y la manera en que puede dominar su poder… o dejarse seducir por él.
 
En cuanto al lenguaje, no peca en absoluto de soberbia, retorcimientos o retruécanos indescifrables; es bastante lineal excepto en el prólogo y algún salto necesario, y prácticamente se podría leer de un tirón, a pesar de su extensión. Porque, repito, está muy conseguida la habilidad de introducirnos en el personaje, y la necesidad de saber cómo va a utilizar sus poderes; si hará una merecida escabechina, si se orientará hacia el mal vencido por las circunstancias, si superará la prueba y ayudará al prójimo como buen cristiano...
 
Algo negativo no podría sonsacarle a mi lectura por más que lo intente; como mucho podría decir, como opinión muy personal, que hay algunos momentos que siento que deberían haber dado mucho más de sí. Que es muy fácil imaginar una situación y que el escritor (escritores) lo resuelva a nuestro gusto, y quizá he echado de menos un poco más de bestialidad, de sangre salpicando el techo y vísceras vertiéndose al suelo en un viscoso chapoteo ‑aunque de unos seguidores de King no se esperará que todo sea florido y hermoso, ¿no?- Pero claro, esto responde únicamente a recónditas reminiscencias de aquella vida pasada en que encarné a Jack el Destripador; leyendo terror no suele asomar el recuerdo de cuando fui Santa Teresa de Jesús, que moría porque no moría y al final morí porque me moría. Sí, en efecto: la única reencarnación en que he sido un Don Nadie ha sido precisamente esta, como le sucede a todo el mundo.
 
En resumen, y por no poder entrar en más detalles sin desvelar partes más decisivas de la trama, que estamos ante una novela más que leíble, y la recomiendo encarecidamente. Estos chicos no me han decepcionado nunca en los concursos del Ka Tet, y tampoco lo han hecho ahora.
Os apuesto unas cañas a que la empezáis, os metéis bien adentro y la disfrutáis.

viernes, 28 de febrero de 2014

POR QUÉ UN CACTUS CON CORBATA SERÍA UNA OPCIÓN POLÍTICA VÁLIDA


La idea de que un cactus pudiera regir los destinos de una nación puede parecer absurda; no obstante, no hay que darle muchas vueltas al asunto para poder llegar a la conclusión de que en el trasfondo reside una verdad chocante e irrefutable: quizá no llegara a hacerlo mejor, pero desde luego no lo haría peor. Y habría una larga serie de ventajas añadidas. Veamos varios puntos que sustentan esta teoría.

 

1. Un cactus es incorruptible.

 

En efecto, es bien sabido que el cactus es una planta que necesita muy poca agua para su supervivencia. A un promotor inmobiliario, a un especulador, a un ejecutivo del mercado de valores, le iba a resultar sumamente difícil obtener por parte de un cactus una concesión o información ventajosa como pago a un soborno, puesto que una mínima cantidad de agua, digamos un vasito semanal, está al alcance de cualquier ciudadano.

 

2. Un cactus no tiene amigos.

 

Aunque podría congeniar con diferentes caracteres de la naturaleza, no es común que un cactus intime con nadie, y menos con seres humanos, a los que racialmente ha despreciado siempre, sobre todo a los tipos calvos. Jamás se daría la circunstancia de encontrar a un amiguito o un familiar de un cactus que ocupase un puesto de asesor o chófer en el Gobierno.

 

3. Un cactus no necesita coches oficiales o dietas.

 

Bastaría con plantar al cactus en una maceta y dejarlo ante su micrófono en el Congreso. Quizá no propondría muchas reformas de ley, pero desde luego tampoco gastaría dinero público en transporte o alojamiento para acudir a su puesto de trabajo. La apertura periódica por las mañanas de un ventanal de la sala sería suficiente para que le diera un poquito de sol y una refrescante brisilla mañanera.

 

4. Un cactus no echaría la culpa al Gobierno anterior.

 

Jamás un cactus se ha quejado de la herencia recibida. Antes bien, ejerce de un comportamiento ejemplar, y si gobernase de manera desastrosa no tendría ningún problema en abandonar su puesto.


 

5. Un cactus no depositaría sus ganancias ilícitas (o lícitas) en un paraíso fiscal.

 

Es poco lo que un cactus sabe de economía propia o ajena. Además de carecer por completo de ese sentimiento usurero y egocéntrico que empuja a un ambicioso, que ya tiene mucho, a tener más, más, más y más.

 

6. Un cactus no ocupará cargos en empresas “amigas” tras dejar su gestión.

 

Desde luego un cactus rechazaría una oferta del tipo “asesor vitalicio de una empresa energética” por haber concedido, durante su legislatura, ciertos favorcillos a empresas del sector bancario o energético. Es una planta de necesidades simples y jamás entendería el funcionamiento del mecanismo que relaciona la política y la economía.

 

7. Un cactus no cobra finiquitos, ni en directo ni en diferido.

 

La condición de cactus lleva implícita en su mismo ser la idea de que, una vez haya abandonado un puesto de responsabilidad, no va a costar dinero a nadie por los servicios prestados; es tal su filantropía que sería capaz, incluso, de ceder sus honorarios a una asociación de Amigos de los Vegetales.

 

8. Un cactus no aprobaría leyes costrosas y rancias bajo la presión de la Iglesia.

 

Debido a su calidad de Planta Agnóstica y Atea (P.A.A.), cualquier influencia del sector eclesiástico en sus decisiones quedaría descartada. Bajo el mandato de nuestro Cactus, la Iglesia Católica recurriría a lo que todo ser humano desde que su Dios castigó a Adán: tendría que ganarse el pan con el sudor de su frente… y punto.

 

9. Un cactus no recortaría en I+D

 

Una de las preocupaciones mayores para un cactus reside en su perpetuación en el tiempo. Cuanto más viva, mejor. Sí, como toda especie vegetal o animal. Por lo tanto un cactus apreciaría la importancia suprema de la Investigación científica como ayuda a esta perpetuación, y como solución a medio plazo para la problemática actual del desempleo.

 

10. Un cactus no permitiría el mantenimiento de la Monarquía.

 

Hasta un cactus entiende que un cargo tan destacado como el Jefe del Estado no debería ser hereditario por designio divino. Seguramente propondría primero su disolución absoluta, y en caso de no ser posible, al menos un acceso por méritos a tal posición, para que sea ejercido por alguien que se lo ha ganado con su esfuerzo por el estudio, no por su esfuerzo de ser parido en el seno de una familia concreta.

 
En realidad son miles las ventajas de tener a un cactus en el Gobierno; de hecho todas girarían en torno a estos conceptos básicos reseñados, no se podría más que hacer ampliaciones concretas de estos puntos. Por lo tanto dejaremos que la imaginación de cada uno vuele hacia sus propias conclusiones.

Sólo se podría añadir a lo dicho una posible refutación a la teoría de por qué un cactus es una magnífica opción, y esta es la siguiente:

Un cactus no podría comunicarse, no aprobaría leyes, no aplicaría ventajas fiscales, no protegería la Sanidad, la Educación o evitaría los desahucios. No podría modificar leyes ni enviaría a los miembros corruptos de su gabinete a una prisión inmediata tras su dimisión fulminante.

Bien, esto es cierto. Sin embargo, ¿cuál es la diferencia con lo que hay ahora y con lo que hubo antes y con lo que habrá siempre en el Poder? La única diferencia es que unos tienen pinchos en todo su cuerpo y otros sólo en sus disparatadas ideas.

Así pues…

 

¡VOTA CACTUS!

Por una España Real y Próspera.

jueves, 27 de febrero de 2014

Buen viejo runrún


-Debemos remar todos en la misma dirección –insistió el jefe intermedio mientras sus superiores se reían de él en los despachos de las plantas más altas-. Esto es una barca, y tenemos que remar todos en la misma dirección. En la misma dirección, ¿entendido? En esta barca todos remamos en la misma dirección.

Uno de los trabajadores, que apenas llegaba a fin de mes, y si llegaba apenas podía pagar la luz, harto de escuchar durante hora y media la misma cantinela, sonrió con ironía y levantó la mano. El jefe intermedio frunció el ceño, visiblemente molesto por la interrupción.

-¿Sí?

-Me pido el del megáfono.

viernes, 21 de febrero de 2014

Ahórrese una sonrisa así. De la chulería bancaria y otras incompetencias.

El jueves 20 de febrero del año de Nuestro Señor de 2014 acudí a una oficina del Banco Sabadell a efectuar el pago de una sencilla tasa creyendo, en mi superlativa candidez, que el proceso iba a ser el mismo que cuando efectué uno muy similar, dos semanas antes, en un BBVA.
La oficina en cuestión es la 5034, la de la Calle Almíbar (ah, dulce almíbar, no llegaste a filtrarte nunca, a través de los adoquines y a fuerza de taconear, a esa empleada de la que referiré ciertas cosas espantosas) en Aranjuez. Creo necesario reseñarlo porque no he ido nunca a otra oficina de esta entidad (cuya reputación y directiva, a pesar de su desvinculación del nombre de la CAM, históricamente hablando, son como sabemos de lo más honesto), y no quisiera que una empleada de otra de sus oficinas se llevara una mirada torcida, retorcida o requetetorcida a causa de la de esta.
Bien, el proceso iba a ser el siguiente, simple a más no poder: llevaba impresos los tres folios que especificaban la tasa a pagar, y en otra mano el dinero en efectivo exacto, con sus 06 céntimos y todo. Esperaría pacientemente mi turno, y cuando me tocara entregaría los folios, la empleada teclearía en su ordenador unos segundos, cobraría, imprimiría los tres papeles y se quedaría uno de ellos, entregándome los otros dos. Nos daríamos los buenos días y cada uno seguiría viviendo su propia vida.
Ah, no fue así. No. ¡Funesto hado!
 
Bajo el sol abrasador del mediodía de Texas, aquel verano de 1887, el famoso forajido Stephen Sinclair, más conocido como El Justiciero de Valle Aranjuez, entró en el Saturdell Bank, Austin, con paso firme y decidido. Nadie jamás había burlado a aquel hombre sin obtener a cambio un correctivo a balazos, y aquel día no iba a ser una excepción.
 
Cuando llegó mi turno tras una brevísima espera (lo único bueno que me sucedió allí dentro) me atendió la chica en cuestión, una mujer delgada y relativamente joven cuyo nombre, por desgracia, desconozco, aunque supongo que no lo plasmaría aunque así no fuera. Por mi experiencia de dos semanas antes en el BBVA, sé que el formulario descargado, por su formato, podría suponer una sorpresa para la entidad a la hora de reflejar el cobro, pero daba por hecho que ante esta eventualidad sucedería lo mismo que en la otra ocasión: que el empleado haría su trabajo de siempre y todo iría sobre ruedas, sin más ni más. Por eso sentí la necesidad de explicárselo, tirando de mi proverbial amabilidad, a la chica en cuanto vi su cara de pasmo al recibir los tres folios de mis manos e indicarle que quería hacer un pago en efectivo.
-Hace un par de semanas hice uno igual en el BBVA y el empleado se quedó como usted; sin embargo es válido, está descargado de la web de la Comunidad directamente, de Madrid.org.
Primero me miró a mí; sin mudar su gesto de espanto miró las hojas, luego de nuevo a mí, luego las hojas. Luego a mí.
-No, sí, sí –dijo-, el formulario lo conozco. A ver…
Sentí alivio al ver que la chica, aunque con cara de haber lamido un pomelo, tecleaba en su ordenador. Clac, cataclac cataclac. Tres o cuatro veces. Meneó la cabeza, como si no le gustara un pelo lo que leía en su monitor.
-Oye… Pero aquí faltan datos.
-¿Faltan datos? –pregunté-. ¿Qué datos?
-Falta este campo de aquí. –Su dedo voló a través de la hoja sin señalar nada en concreto. Meneó de nuevo la cabeza y me tendió las tres hojas con mirada de pretendida y no conseguida lástima. –Lo siento, no puede hacer aquí el pago, tendrá que ir a otra entidad.
Lo que me temía y sospeché desde un principio, quizá a causa de un desconocido talento fisonomista: no hubo ni el más mínimo amago de preguntarle a un compañero de los que flotaban por allí si podía ayudarla. ¿Para qué? Lo más rápido, y bien me lo dejó significado con su lenguaje gestual, era que saliera yo de allí pitando cuanto antes mejor, un problema menos y a otra cosa mariposa.
He de reconocer que, de no haber sido por su cara de asco, simplemente hubiera tomado los papeles y hubiera ido al BBVA de nuevo. Sin embargo noté que una extraña furia comenzaba a hormiguearme en el estómago. ¿Qué trato era ese? ¿Debía yo perder media mañana más sólo porque a ella no le apetecía informarse y resolver SU TRABAJO? El tiempo corría en mi contra, tras el pago debía ir a la Consejería de Transportes en la calle Orense de Madrid a presentar ciertos papeles, entre los que estaban los dos que ella me debía devolver sellados. Por ese motivo, y porque soy un alma benévola en el fondo, decidí darle la oportunidad de redimirse y de rectificar su postura, y acaso que preguntara a alguien, si es que no sabía hacer SU TRABAJO.
Así que le señalé una de las hojas para que leyera atentamente, en la parte inferior, que una de las entidades colaboradoras para el pago era, precisamente, Sabadell, es decir, su lugar de TRABAJO.
-¿Ve? –le dije-. Aquí pone bien claro que puedo efectuar este pago en este banco.
Sin embargo me miró impertérrita.
-Ya le he dicho que faltan datos, tendrá que ir a otro sitio. Gracias y buenos días. –Me extendió de nuevo los papeles, que esta vez cogí.
-¿Qué hago yo entonces? –le pregunté-. ¿Me quejo a ustedes o me quejo a la Comunidad de Madrid por no poder hacer un simple pago, tal y como refleja este documento?
-Quéjese donde usted quiera –me dijo.
-Empezaré por aquí –sentencié con cara de chimpancé-. Deme una hoja de reclamaciones, por favor.
NOTA: Quiero hacer notar que pedí una HOJA DE RECLAMACIONES. Después profundizaré en este punto.
 
Stephen Sinclair, el Justiciero de Valle Aranjuez, extrajo con gran pericia y velocidad su revólver y apuntó con él al empleado del Saturdell Bank, Austin, Texas. Los hombres y mujeres que hacían sus gestiones salieron huyendo al ver la mismísima Muerte en los ojos del vaquero. El empleado, sin embargo, y acostumbrado a los atracadores y asesinos del condado, mantuvo desafiante su mirada.
-No eres el primero que me apunta con un revólver, muchacho –dijo con desdén en su curtida voz.
-No obstante –respondió el Justiciero-, sí seré el último.
 
Sin mostrar ninguna sorpresa ni ningún tipo de desagrado por el hecho de que un cliente estuviera a punto de ponerles una queja, la chica, sin levantarse siquiera, me señaló una de las mesas de más adentro, donde no había nadie que no anduviera atendiendo viejecitos.
-Hable con un compañero de ahí.
-Muy bien, muchas gracias.
Fui hacia la primera de las mesas. ¿Sabéis esas cosas que uno hace cuando quiere ser visto, que se mueve de un lado a otro para llamar la atención y se queda con dos palmos de narices porque no lo consigue? Pues eso me pasó, que ante la evidencia de que, por más que estuviera en el arco visual del empleado, él no me miró ni una sola vez a los ojos, tuve que interrumpir su charla con una señora y ser un poquito maleducado.
-Perdone, necesito una hoja de reclamaciones, la chica del mostrador me ha mandado para acá.
El hombre sí me entregó un folio fotocopiado para que rellenase mis tristes quijotadas. Hasta me dejó un boli sin rechistar.
Así que tomé asiento y meneé el boli en el aire un par de veces, como hacía cuando escribía relatos a mano, antes de esta era digital. ¿Por dónde empezar?
Esto es literalmente lo que dejé reflejado, aparte de los datos personales:
 
3. MOTIVO DE LA COMUNICACIÓN.
 
“Imposibilidad de pago de tasa en oficina colaboradora de la Comunidad de Madrid”.
 
4. HECHOS Y RAZONES.
 
“Tras la impresión según instrucciones precisas de las copias del pago de la Tasa por Expedición de Certificado de Conductores, desde Madrid.org, al ir a efectuar el pago en mostrador la señorita me informa de que “faltan datos” y sin preguntar ni consultar nada, me devuelve los impresos y me dice que me vaya a pagar a otro sitio, con lo que me obliga a retrasar mi solicitud. En el documento presentado figura “Banco Sabadell” como una de las Entidades Colaboradoras”.
 
5. PETICIÓN QUE SE CONCRETA O MODO DE RECTIFICAR POR PARTE DE LA ENTIDAD.
 
“Que al menos se muestre interés por un impreso “teóricamente” válido, y que “de no ser posible” el pago, se retiren de las “Entidades Colaboradoras” para no hacerle perder tiempo al cliente”.
 
6. DOCUMENTOS QUE SE ADJUNTAN.
 
“Fotocopia del impreso que se ha traído, para que se compruebe si el pago es viable o no”.
 
Así las cosas, decidí facilitar la fotocopia de uno de los tres impresos que llevaba (todos iguales excepto por el destinatario de cada uno: el primero para mí, otro para la Entidad y otro para la Comunidad de Madrid). Porque me parecía evidente que así los superiores de una empleada podrían comprobar directamente qué dato misterioso era ese que faltaba para que no se pudiera hacer el pago, y de ser viable en su totalidad, que le dieran un toque de atención (o un cursillo acelerado de cobros de tasas oficiales) para la próxima vez que apareciera algún otro incauto que, como yo, fuera casualmente a depender de las gestiones de un empleado de banca que no sabía –o no le apetecía- hacer su trabajo.
 
¡Bang! ¡Bang!
Dos certeros disparos, uno en la frente y otro en el corazón, y el empleado del Saturdell Bank cayó sobre su mostrador tan muerto como los viejos dioses del Olimpo. El Justiciero de Valle Aranjuez dejó que el revólver bailara alrededor de su dedo antes de enfundarlo con un hábil giro de muñeca. Unas hilachas del humo de la pólvora se difuminaron en el caldeado aire.
-Apostaste alto, amigo, y no tenías ningún as en la manga –le dijo al cadáver, bajo cuya cabeza comenzaba a formarse un charco de sangre-. Has recibido tu merecido.
 
No he escrito la última frase del último apartado de mi queja, cosa que en breve añadiré, porque hay primero que situarse en contexto, y porque seguramente con su última actuación, esta señorita empleada del Banco Sabadell de la calle Almíbar de Aranjuez redondeó su chulería para hacer de la escena toda el Chascarrillo Perfecto.
Fui al mostrador de nuevo, como de nuevo (tenía prisa, recordad) me vi obligado, ante la falta de una mirada solícita, a interrumpir alguna gestión con otro cliente.
-Perdona, ya está. Me falta sólo una fotocopia del documento para adjuntarlo a la queja.
Y por supuesto, y como no podía ser de otro modo, la señorita sintió tal gozo por dentro que no pudo evitar que se reflejara en su radiante rostro.
-Pues puede ir usted a fotocopiarlo donde quiera –respondió sonriendo. Lo juro, sonreía.
-¿No me la puede hacer usted? –le pregunté, señalando la máquina que, a su espalda, servía para aquel menester y a la que le daba, por supuesto, un uso constante en su labor documental diaria.
Su sonrisa se hizo, si cabe, aún más amplia:
-No damos ese servicio, lo siento.
No tengo ni que aclararlo, pero me quedaré algo más a gusto: yo no era un tío que va andando por la calle y necesita de pronto fotocopiar su DNI o las escrituras de su casa, y al pasar frente al banco piensa: “Caramba, pues aquí me la podrían hacer, a ver si cuela”, y entra y pide con todo el morro que le hagan una copia. No, queridos amigos, yo estaba planteando una queja supuestamente formal por un asunto concreto dentro de la entidad. En esos momentos, reconozco que ofuscado y asombrado por el trato a partes iguales, le farfullé algo similar a “Bueno, voy a añadir una cosa a mi queja” y regresé a la mesa vacía donde había rellenado lo anterior. Y escribí la última frase, con la caligrafía visiblemente alterada:
 
6. DOCUMENTOS QUE SE ADJUNTAN.
 
“Fotocopia del impreso que se ha traído, para que se compruebe si el pago es viable o no. La señorita se niega a hacer esta fotocopia porque “no dan ese servicio” así que dejo el original”.
 
Sí, en efecto: la mañana perdida, y puesto que no me salió de los mismísimos órganos almacenadores de esperma salir a la calle y ponerme a buscar una tienda de reprografía, aunque sólo fuera por no darle el gusto a la empleada, decidí que le dejaba una de las tres copias que llevaba. Aquello me fastidiaba y bastante, porque yo no tengo impresora en casa y ya obtener  tres nuevas copias me suponía que habría de ir a casa, abrir el documento pdf que genera la web de la Comunidad de Madrid, copiarlo en un pen drive o un CD y llevarlo a algún sitio; o esperar a que mi señora, como el día antes, me las sacara desde una impresora a la que tenía acceso, cosa únicamente posible por la tarde. Iría a otro banco, por supuesto, pero… con sólo dos copias hacer el pago no era posible. Me fastidió, me humilló y finalmente me restregó contra el suelo con sus zarpas de soberbia. Sólo puedo quitarme el sombrero ante una actuación tan brillantemente arrogante y retorcida hacia alguien que sólo quería hacer un pago. Olé, señorita: olé.
De modo que saqué de mi carpetilla la copia que correspondía a la Entidad y se la entregué junto con el papel de mi queja. Ella lo tomó como al descuido (estaba muy ocupada haciendo otras cosas), y sospeché que, quizá, si no era testigo de cómo dejaba presa mi copia de la tasa junto al otro folio, seguramente acabaría “oportunamente” traspapelado o algo similar, y que no quedaría constancia de que yo había hecho lo que había escrito y añadido en el párrafo. De modo que le pregunté, finalizando ya mi primera y última visita al Banco Sabadell:
-¿No va a graparlo o algo así?
Y ella, digna representante de un sector que no cuenta con demasiada simpatía popular pero que, al disponer de Poder (con mayúscula), puede permitirse hacer lo que le dé la gana con el miserable ciudadano de a pie, me dedicó una última sonrisa de desdén y murmuró mientras unía los folios con un clip:
-Ya sabemos nosotros lo que tenemos que hacer.
Me encogí de hombros y me di la vuelta para marcharme. En ese momento me di cuenta de que aún tenía el boli en la mano, y un maquiavélico y enrevesado plan para robárselo me cruzó la mente durante un instante; sin embargo, como ya he dicho, a pesar de todo soy un tipo honrado, de modo que volví al mostrador, deposité el boli publicitario sobre el mismo, bien al alcance de la empleada, y antes de abandonar definitivamente aquel lugar de ruina y desolación, dije con la voz más clara de que fui capaz:
-Su boli.
 
Epílogo.
 
Stephen Sinclair salió a la intensa luz del sol, se sacó el sombrero, se enjugó la frente, volvió a calarse el complemento que tan bien lo había protegido del implacable astro a lo largo de todos aquellos años, y emprendió el camino de regreso a lomos de su caballo. Los ciudadanos de Austin observaron al forajido y en el fondo se alegraron: aquel empleado del Saturdell Bank, maestro de la usura, había arruinado a muchas familias de todo el condado.
Se había hecho justicia.
 
Finalmente fuimos esa misma mañana, aprovechando un nuevo pago de aparcamiento de zona azul, a una tienda de reprografía relativamente cercana. Accediendo mediante el email, mi señora pudo al fin disponer del pdf que le había enviado el día anterior y sacamos de nuevo, y a buen precio, las tres copias necesarias. Fue entonces cuando se me ocurrió: aunque yo había solicitado una HOJA DE RECLAMACIONES, lo que la señorita me había facilitado era una hoja del SERVICIO DE ATENCIÓN AL CLIENTE. Una hermosa Tres Catorce para un tipo como yo. Ofuscado, y sin experiencia en la Queja Bancaria aparte de una carta que escribí hace tiempo al Santander vía email, pensé que quizá debía ir a solicitar una hoja de reclamaciones OFICIAL. No obstante, bajo ningún concepto quería volver a aquel antro de depravación económica, y así ha sido hasta el día de hoy; prefiero hacer literatura, la verdad: con que llegue a DOS personas ya habrá sido más productivo.
Acudimos después al BBVA, donde había realizado aquel pago de esa tasa anterior, y hay que dejarlo bien, pero que muy bien claro: en cosa de dos minutos, e incluso sin ese dato misterioso que faltaba en el documento y que impedía que pudiera ser abonado, esperé mi turno, entregué los folios, el empleado  tecleó en su ordenador unos segundos, cobró (incluidos los 06 céntimos), imprimió los tres papeles y se quedó uno de ellos, y me entregó los otros dos.
Acto seguido nos dimos los buenos días y cada uno siguió viviendo su propia vida.