miércoles, 26 de marzo de 2014

Sencillo Método de Detección Inmediata de un GiliHipster


PREGUNTA: ¿Por qué te gustó La Noche de los Muertos Vivientes?

 
RESPUESTA A: Porque me flipan los zombis que le comen las vísceras a la gente.

RESPUESTA B: Porque, como ejercicio de reflejo de la situación socio-política de la época, es un estudio de las motivaciones consumistas y el profundo desarraigo de una sociedad marcada por el desánimo de una guerra en Vietnam yerma e inútil y una multitud descontenta con el sistema, amén del rodaje en blanco y negro granulado tan sabiamente elegido por el director, que le aporta una dosis de desazón y pesimismo que (UN BUEN RATO DESPUÉS) por lo que no cabe duda de que su estructura redondea lo ecléctico de una propuesta multicultural y diversa.

Odisea de un Parado

NOTEJA
Encontré esto escrito en septiembre de 2013; supongo que a veces el CELEBRO de uno hace a un lado ciertas experiencias poco después de escribirlas, pero creo que merece la pena darle un repaso a aquella mañana soleada en que fui, una vez más, mareado por el sistema burocrático.
Añadir que actualmente dispongo del Carné C, el de camión, que obtuve a través de una autoescuela y que, aunque aprobé en enero, aún estoy pagando mes a mes... y lo que me queda.
Y no, ya no cobro el subsidio.


“Canta, oh Musa, la cólera de aquel insigne Parado quien, avanzando entre los numerosos males y obstáculos interpuestos por el Hado, hubo de hallar al fin que, de entre sus enemigos, más poderoso que todos fue siempre aquel a quien dio a sí mismo en llamarse, inspirado por funesto y engañoso dios, amigo”.
 
1. Motivaciones.
 
Soy un parado más. Chupo del bote del Estado porque cobro el subsidio. Aún no he encontrado nada que se amolde a lo que busco, ni siquiera a lo que NO busco, dentro o fuera del mercado laboral convencional. No quiero extenderme en esto, pues la condición de parado es algo que algunos millones de vosotros entenderéis, de primera, segunda o como muchísimo tercera mano.
Pero sí quiero formarme. He hecho varios cursos de Diseño Gráfico de los que nunca he podido trabajar (no por más de 400 euros ocho horas), de modo que un buen día decidí que, puesto que disfruto conduciendo, podría orientar hacia ahí mis pasos. Por abrir mercado, más que nada. Camionero o autobusero, vamos. ¡MOC- MOOOOOC!
En abril me apunté, vía INEM (sigo y seguiré llamándolo así para que la canción de Reincidentes no pierda su sentido), a un curso que ofrecían de conductor de autobús. Desde ese punto, hasta hoy (septiembre), ni una noticia, NADA. Ni “ha salido el curso”, ni “se ha cancelado”, ni “quedas fuera de la convocatoria”. Nada, y ningún sitio donde buscar la información.
La orientadora me dijo entonces que en septiembre se suelen convocar cursos, de modo que me dije: bien, pues en septiembre lo vuelvo a intentar. Estoy muy interesado en hacer uno de estos, desde luego.
 
2. Visita al INEM.
 
Ha llegado septiembre. Hace mucho calor todavía. Sigo perteneciendo a la sucia casta del mamador de la Madre Teta. Ha llegado el momento de INFORMARME.
Primero lo intento con una cita previa por Internet (por no ir para nada, vamos, ¡qué infeliz!). Me dan cita electrónica para dentro de más de una semana. Pienso: “Bah, pues me presento allí, cojo numerito y a esperar. De todos modos merece la pena”.
Y así lo hago, contento porque me gusta conducir, feliz porque hace una mañana radiante y mis perritos y gatitos se alegrarán a mi regreso. Aparco como siempre en el quinto culo y camino fumando hasta el edificio situado en el Polígono Industrial El Carralero (Majadahonda).
No hay demasiada gente (lo esperaba más lleno, supongo que los 18 afortunados que han encontrado trabajo en agosto pertenecían todos a este municipio) y saco el numerito de la máquina con la letra I (de Información), por indicaciones de una chica… de seguridad (todos los usuarios de este lugar sabemos que la mesa de información está sólo para ser contemplada, como un recuerdo de cuando las cosas iban bien: nunca hay nadie ahí sentado).
Mientras espero mi turno estudio atentamente el tablón con las convocatorias actualmente abiertas: quince o veinte cursos, todos de informática a nivel usuario, o de gestión de datos, o de jardinería. Lo de siempre, vamos. Not interested.
Llega mi turno: mesa 4. Según voy avanzando observo a la señora, a la que llamaré Número 1, que apenas levanta la vista de la pantalla de su ordenador. Saludo y creo recordar que me lo devuelve.
YO: ¡Hola!, venía para ver si hay actualmente algún curso para conductor, de camión o autobús, me interesaría cualquiera de ellos.
NÚMERO 1: Los cursos que están abiertos actualmente a convocatoria están todos en el tablón de ahí fuera. Buenos días (a punto de ser vilmente despachado, y viendo que ya está preparándose para pulsar el botoncito que llamaría al siguiente, me veo obligado a insistir).
YO: No, pero espere: ahí no hay ningún curso de conductor. ¿No podría mirármelo? Vine en abril y me apunté a un curso de carné de autobús, pero no debe de haber salido, o algo. La chica que me atendió me enseñó un listado con cientos de cursos, y además lo tenía en pantalla. A lo mejor han salido cursos nuevos
NÚMERO 1: Si no están en el tablón, es que no existen.
YO: Verá, es que me da igual que se impartan en otras localidades. De hecho los cursos que me he hecho anteriormente los hice en Atocha, sin problemas, y yo estoy empadronado en Pozuelo. Tengo entendido que eso da igual. Los que he visto en el tablón son de la zona Noroeste, pero habrán salido más cursos a nivel provincial.
NÚMERO 1: ¿Quién te atendió? ¿Fue “nombre que no recuerdo”?
YO: Pues no recuerdo su nombre (valga la redundancia).
NÚMERO 1: Bueno, mira, ¿ves esa mesa de ahí? Pregúntale a la chica, dile que vas de parte de la Mesa 4 para ver si hay cursos.
Señala una mesa donde una señora o señorita (ignoro su estado civil) está atendiendo a otro parado.
YO: ¿Voy simplemente, y ella me podrá decir…?
NÚMERO 1: ¡Siguiente!
Me quedo en mitad del pasillo, pues ya ha llegado el nuevo parado hasta la mesa que yo ocupaba (espero que tuviera mejor suerte, desde luego). Aguardo observando a mi futura Reina de la Información. Como veo que hay un señor allí sentado, sin atender a nadie (recordad, he accedido ya a la zona de atención al parado), aprovecho para preguntarle. ¿Quién sabe qué oficinista, si lo hubiera, es el que me podría dar esa información que busco?
YO: ¡Hola!, perdone: es que estoy viendo si alguien me puede indicar un listado de cursos en toda la Comunidad, no me importa dónde. Es que quiero conducir un camión o un autob…
SEÑOR (sin levantar la mirada apenas): El listado de cursos está ahí fuera, en el tablón.
Como sé dónde va a ir a parar la conversación, desisto y sigo esperando a la mesa que me indicó la Señorita Número 1.
YO: Muchas gracias.
Al rato, sintiéndome observado por los cuatro o cinco trabajadores que se preguntarán sin duda si soy el típico petardo, compruebo que la mesa que pretendo está quedando libre. Corro para llegar a tiempo antes de que solicite un nuevo “cliente” con su numerito. Se muestra casi escandalizada (¿quizá aterrada?) por mi osadía; al menos abre los ojos como platos. Supongo que ver a un tipo en paro corriendo hacia ti con las manos extendidas puede producir tal efecto en algunas personas. ¡Chica Número 2!
YO: ¡Espere, perdone! Hola, me manda la chica de la mesa 4. Es que estoy buscando un curso de conduc…
NÚMERO 2: (con cara de haber mordido un trozo podrido de algo) ¿Que te manda la de la mesa 4? Hmmm… Los cursos están en el tablón de la entr…
YO (ya le voy cogiendo el gusto a explicar lo mismo varias veces): Ya, no…, verá. Es que busco un curso que no está en el tablón ese. En abril vine para una cita con una orientadora laboral, información, currículo, etcétera, y me enseñó un listado que abarcaba TODOS los cursos, no sólo los de este ayuntamiento. Me apunté a un curso de conductor de autobús, y ando buscando otra convocatoria, porque no me llamaron ni nada. Sé que existe la aplicación para buscarlos, no sólo en papel, porque cuando me apunté ella misma me la enseñó en su pantall…
NÚMERO 2: No, mira: actualmente ya no salen tantos cursos. Voy a mirar un momento. (He de reconocer que aprecié que fuera, por el momento, la única que al menos tecleó en su ordenador). Hmmm… A veeeeer… Pues no, no tenemos información de más cursos. Eso es porque la crisis impide que se hagan tantos como antes.
Un inciso: yo tenía una inquebrantable fe, no sé por qué, en que HABÍA salido algún curso de conductor. Por supuesto pretendía llegar hasta el final de la información; ahora sé cómo se siente un Testigo de Jehová con su Verdad ante el desprecio con que suelen ser tratados, los pobrecicos.
YO: Pero entonces podrá mostrarme algunos otros cursos por lo menos, ¿no? Quiero decir, si ha salido cualquier curso en un Ayuntamiento que no sea este, ¿lo puede mirar?
NÚMERO 2: Sí, pero mira: yo he sido durante años la coordinadora de formación (o algo así me dijo) de esta oficina y sé cómo funciona esto. Posiblemente no haya salido nada de conductor. Es lo que hay ahora mismo. En el tablón tienes…
YO: Pero entonces, ¿tengo que ir ayuntamiento por ayuntamiento de TODA la Comunidad de Madrid para saber si en alguno de ellos ha salido un curso de conductor?
NÚMERO 2: Bueno, puedes ir a la Consejería de Empleo a ver si te pueden decir algo. Aquí esta es toda la información que te podemos dar.
El resto de la conversación hasta la despedida fue solicitar la dirección exacta de esa Consejería de Empleo. De algún modo parecía reticente a darme más que vagas indicaciones de cómo llegar. Por suerte está en Vía Lusitana, zona que conozco porque allí vivía un gran amigo, así que agarré mi mochila, las llaves de mi coche y ¡zummmmm!, para allá.
 
3. Visita a la Consejería (que no Concejalía).
 
Según el Google Maps hay unos 15 kilómetros entre El Carralero y Vía Lusitana, dependiendo de la ruta. Yo escogí la M40 (craso error, por cierto, pero esa es otra historia).
Localicé el edificio de la Consejería de Empleo. Accedí a través de un módulo donde había que pasar por debajo de un arco detector de metales, y no sé por qué, eso me dio una sensación de seriedad que ya quisiera conseguir cualquiera de las empleadas del INEM, cuyos ojos entrecerrados recuerdan en cierto modo a los de Garfield durante el amanecer de un lunes. Desidia, aburrimiento. Pasé el examen visual, me dieron una pegatina de Visitante y accedí.
En la sala de Información cogí numerito. Aguardé mi turno (no mucho rato) y me senté con la única señora de toda mi odisea que por fin me ayudó, la Señorita Número 3.
YO: ¡Hola! Verá, vengo del INEM de Majadahonda, me envían por si me pudieran ustedes mirar si actualmente hay abierta alguna convocatoria para un curso de Conductor de Camión o Autobús.
NÚMERO 3: Pero ¿no te han dado esa información allí?
YO: Pues no.
NÚMERO 3: Vamos a ver. (Con cara de pocos amigos ante mis noticias, saca una carpeta donde tiene varios folios rellenos de cursos: ¡bien!, es muy similar al que me ofreció aquella orientadora en abril. Las cosas comienzan a enfocarse). Hmmm, a veeeer, estoooo… Sí, mira. Conductor de Camión o Autobús. Hay uno de cada. Están convocados, aunque aún no es seguro ni cuándo ni dónde se impartirán.
Mi corazón casi estalló de felicidad. Bien sabe Dios que estuve a punto de abalanzarme sobre la mesa y cubrir de besos  a aquella eficientísima señora, que en un minuto había conseguido acceder a la información tras la que llevaba DOS HORAS -esperas incluidas.
YO: ¡Estupendo! Bueno, pues me encantaría apuntarme a los dos, por si alguno no sale. La verdad es que no me importa mucho cuál.
Un trueno se oyó en el exterior, uno que rasgó el cielo e hizo que temblara el suelo. Y eso que estaba despejado.
NÚMERO 3: Pero TIENES QUE APUNTARTE EN TU OFICINA, AQUÍ SÓLO DAMOS LA INFORMACIÓN.
Bueno, no diré que odiara de pronto a esta señora, pero desde luego se me quitaron las ganas de casarme con ella.
YO: Me cago en… ¡Pero si me han mandado de allí porque no tenían esa información! No fastidie, que tengo que volver para allá.
Miré mi reloj: me daba tiempo, pero desde luego no por la M40, visto el acceso que había observado al venir.
NÚMERO 3: Lo siento. Lo que no puedo entender es que no te hayan dado la información y te hayan inscrito allí directamente. Es un desastre (volvió cierto amor por ella). Ve, apúntate a los cursos que te anoto aquí los códigos, y habla con la directora de la oficina si hace falta; porque desde luego deberían haberte podido informar.
Escribió dos códigos alfanuméricos con su correspondiente nombre del curso:
CONDUCCIÓN DE AUTOBUSES
CONDUCCIÓN DE VEHÍCULOS PESADOS DE TRANSPORTE DE MERCANCÍAS POR CARRETERA
YO: Así lo haré. ¡Muchas gracias! Voy para allá a toda leche.
NÚMERO 3: Suerte.
¡Qué señora más maja!
 
4. La Serpiente se muerde la cola.
 
Fui hacia Majadahonda por una ruta más lenta: por la Avenida de los Poblados. Hay radares que limitan la velocidad a 50 y muchos semáforos, por lo que, a pesar de la prisa que llevaba (sobre todo por acabar con aquella fatídica mañana de una vez), tuve que forzarme a ir tranquilito. Eso sí, acabados los Poblados, le metí buena caña al acelerador.
Llegué de nuevo al INEM esquivando diez o doce muertes seguras al volante. Si llego a palmarla en el trayecto juro que hubiera vuelto del Más Allá para atormentar a las señoritas de Majadahonda flotando sobre su cama noche sí, noche también. Aparqué de nuevo en el quinto culo y regresé al envoltorio de ladrillos de mi desesperación.
Numerito al canto. A esperar.
Por fin, mi turno. Accedí con el papelillo que me habían dado en la Consejería ya preparado en mi mano. Me atendió la Señorita Número 4, una dualidad de fémina, pues al principio la odié bastante pero luego me cayó bien y todo. ¡Lástima que no me tocara la Señorita Número 1 de nuevo!
YO: ¡Hola!, verá, he estado esta mañana para informarme de unos cursos de conductor de camión o autobús…
NÚMERO 4: Las convocatorias de los cursos las tienes en el tablón de la entr…
YO: Sí, sí. Bueno, pues aquí me dijeron tres personas que esos cursos de conductor no existían, así que me han mandado a la Concejalía de Empleo. Y allí me han dado este papelito donde resulta que tengo anotados los dos cursos que me interesaban, ¡los dos!, de los que aquí nadie me ha informado, así que quiero que me apunten.
NÚMERO 4: Pero en la Concejalía, ¿cómo te van a dar esa información? Es imposible que…
Joder, ¿qué sé yo de las nomenclaturas de la burocracia? ¿Iba a perder el tiempo con esa estupidez? Comprobé el papelito: CONSEJERÍA, no CONCEJALÍA. Supongo que la señora me veía enfadado y quería ponerme en mi sitio, donde dormitan los demás idiotas parados.
YO: Consejería, ¿qué más da?
NÚMERO 4: Ya, es que no es lo mismo. Yo he trabajado en la Concejalía y por eso te digo que…
La interrumpí, creo que no de muy buenas formas. Ya me habían repasado el escroto demasiadas veces aquella mañana como para encima tener que dilucidar designaciones nominales correctas con aquella señora.
YO: Bueno, pues eso. Quiero que me apunten a estos dos cursos.
Le entregué el papel. Me pidió el DNI. Tecleó varias cosas incomprensibles para mí.
NÚMERO 4: Pero veo que a un curso de conductor ya estás apuntado.
YO: Fue en abril y no sé nada de eso. Por favor, vengo de Aranjuez, llevo toda la mañana de aquí para allá porque ustedes no han sabido darme la inform…
Y de nuevo una disposición a tocar las pelotas por parte de Número 4.
NÚMERO 4: Si vives en Aranjuez, ¿cómo es que vienes a esta oficina?
YO (sin ganas de contarle, ni a ella ni a vosotros, esta parte de mi vida): estoy empadronado en Pozuelo, vivo en Aranjuez de forma habitual pero bla bla bla…
NÚMERO 4: Pues tienes que empadronarte allí, estás cometiendo un delito (o algo así; no entraré en ese debate, tengo mis motivos y se los explicaría encantado a un señor juez, pero desde luego no a una señora del INEM).
YO: Sí, venga, vale. Pero estoy aquí por los cursos. Haga el favor…
Clac, cataclac clac clac.
NÚMERO 4: Bueno, ya te he apuntado.
YO: Gracias. Y una cosa, ¿cómo y dónde puedo seguir la convocatoria esta? Dónde sale, cuándo, etcétera.
NÚMERO 4: Supongo que en la web…
Bien, continuamos hablando ya más tranquilos los dos acerca de la vida, del amor y de la muerte.
 
5. Epílogo.
 
Resultó que no hay forma de saber cómo informarme de la marcha de la convocatoria, y tendré que ir enviando emails y haciendo llamadas a la Concejalía (perdón, la Consejería) de Educación, Turismo y No sé qué, pero ya lo principal ha sido hecho, como dijo un tipo que colgaba de una cruz. Estoy actualmente apuntado a dos cursos que, según tres trabajadores del INEM de Majadahonda, no existían porque no figuraban en su tablón. No he aprendido nada de esta experiencia, con una excepción: JAMÁS volveré al INEM de Majadahonda a solicitar información de ningún tipo. Ni de cursos, ni de empleo, ni de nada de nada.
Tampoco hablé al final con la directora de la oficina, aunque en un principio lo solicité; Número 4 me informó de que en aquellos momentos no se encontraba por allí, y si hubiera aparecido durante mi charla sin duda la habría abordado, pero no sucedió tal cosa. De todos modos, prefiero dejarlo todo por escrito, es una forma de garantizarme a mí mismo que no me dejo nada atrás.
Abandoné aquel lugar con esperanza a pesar de todo. Supongo que ahora me toca lidiar con la Consejería, estoy empeñado en hacer uno de los dos cursos y espero poder llevarlo a cabo antes de encontrar un trabajo digno (que pocos hay, ¿habéis echado vistazos a las webs de empleo?), y si no, pues lo haré vía autoescuela y desembolsando (encantado por cierto, porque significará que podré gastarlo) el par de miles de euros que le supondrá a mi bolsillo.
Aquí tenéis a un futuro autobusero o camionero. Ojalá algún día vea subirse a mi autobús a la Señorita Número 1 (por ejemplo). Sucederá algo así:
NÚMERO 1: Hola, ¿este es el autobús que pasa por el Polígono Industrial El Carralero?
YO: No lo sé, señora, lo siento. Vaya a las cocheras de la Empresa Municipal de Transportes; en el tablón de la entrada podrá usted ver las paradas que existen en las diferentes rutas. Si no está en el tablón, es que esa parada… NO EXISTE.

jueves, 20 de marzo de 2014

Reseña: OJOS DE CIRCO, de Javier Martos y Jesús Gordillo

La Liga de los Friquis Extraordinarios.
 
En mayo de 2013 fue dada a luz esta novela, con la Editorial Tyrannosaurus Books como asistenta en el parto. Personalmente conocí a los autores Javier Martos y Jesús Gordillo en una breve (por mi parte, cosas de vivir en el Quinto Culo del Mundo) presentación, y por cierto que ya iba siendo hora, puesto que ya los tenía leídos, y bien leídos, en el foro Ka-Tet-Corp, donde escriben a menudo y con quienes comparto gusto desaforado por nuestro buen viejo Stephen King, el Rey de los Más Fe…, del Terror.
Allí fue donde me enteré de que iban a publicar una novela escrita a cuatro manos y, aparte de gozar de una buena dosis de envidia sana, me hice la firme propuesta de conseguir mi ejemplar aprovechando su visita a esta nuestra Capital Color Gris- Caca. Y así fue.
Por diversos motivos, formato no electrónico el que más pesó, al fin me hice también con la edición Kindle, y ya por fin lo leí del tirón.
Fue una lectura bastante rápida para lo que suelo últimamente, lo que ya me indica, al menos a mí mismo, que el resultado ha sido cuando menos bastante, bastante grato.
 
¿Qué es esto de Ojos de Circo? Puedo hacer un brevísimo compendio de las cosas que me he encontrado allí, por supuesto desvelando lo mínimo posible de la trama, ya que lo fundamental es ir viendo cómo se van desarrollando los acontecimientos y eso ha de hacerlo cada uno.
 
Nicholas Campbell es un niño con un problema muy gordo: su familia. Él, como el nombre de la novela indica, tiene los Ojos empapados de Circo, pero su padre, y por extensión generacional su abuelo, sólo quieren que siga una vida castrense, como ellos, y que haga el favor de olvidarse de una maldita vez del mundo del espectáculo, a pesar de su corta edad. Ahí entra, ya muy al principio, ese muchacho sujeto al conflicto debido a sentirse diferente a los demás.
Pero es que su diferencia con el resto del mundo es mucho más notable que una mera diversidad de vocaciones.
Se nos va mostrando muy poquito a poco el don con el que Nicholas cuenta, algo que no explotará hasta más adelante.
Y cuando explota, explota.
Hace primero sus pinitos en un pequeño espectáculo del que sale escaldado. Aún rumia su frustración cuando se produce el ataque a Pearl Harbor y su país entra en la II Guerra Mundial.
A pesar de intentar satisfacer en cierto modo las demandas de sus padres y su militarísimo abuelo, su ansia por entretener le vence, y tras ganarse un curioso enemigo durante la guerra, episodio en el que descubriremos que no es muy conveniente tocarle los cojones, ingresa en un espectáculo donde conoce al que será su primer socio, un pistolero español de letal puntería. Pero a Nicholas le falta algo: no son los más grandes. Finalmente decide organizar él su propio circo. Y no un circo cualquiera: reunirá los talentos más formidables a lo largo y ancho del mundo y le dará por fin a la humanidad el espectáculo definitivo.
 
No se puede hablar más de este libro sin arruinar su esencia, porque sencillamente hay que leerlo y tratar de ponerse tras los Ojos de Circo de Nicholas; y he de reconocer que a mí me ha resultado sencillísimo hacerlo. ¿Quién no ha tenido conflicto con su padre por no querer seguir sus pasos? ¿Por ser diferente? ¿Por no ser lo que se esperaba de él? Es en este campo donde más se explota la mentalidad de Nicholas, a lo que por supuesto cabe añadir un par de cosejas más, de esas que la vida no nos enseña, sino que nos frota en la jodida cara mientras se ríe de nosotros, circunstancias que definirán nuestra actitud para con el resto del mundo.
 

Los personajes secundarios, por su parte, son sencillamente de traca. Cada uno de ellos merecería una larga historia, pero bastará saber, porque lo vamos intuyendo, que un tipo como Nicholas no se va a limitar a juntarse con gente corriente. En absoluto. Y también seremos testigos de cómo el don de Nicholas, acicateado por el odio y la frustración, va apoderándose de él, de la lucha eterna entre un hombre y la manera en que puede dominar su poder… o dejarse seducir por él.
 
En cuanto al lenguaje, no peca en absoluto de soberbia, retorcimientos o retruécanos indescifrables; es bastante lineal excepto en el prólogo y algún salto necesario, y prácticamente se podría leer de un tirón, a pesar de su extensión. Porque, repito, está muy conseguida la habilidad de introducirnos en el personaje, y la necesidad de saber cómo va a utilizar sus poderes; si hará una merecida escabechina, si se orientará hacia el mal vencido por las circunstancias, si superará la prueba y ayudará al prójimo como buen cristiano...
 
Algo negativo no podría sonsacarle a mi lectura por más que lo intente; como mucho podría decir, como opinión muy personal, que hay algunos momentos que siento que deberían haber dado mucho más de sí. Que es muy fácil imaginar una situación y que el escritor (escritores) lo resuelva a nuestro gusto, y quizá he echado de menos un poco más de bestialidad, de sangre salpicando el techo y vísceras vertiéndose al suelo en un viscoso chapoteo ‑aunque de unos seguidores de King no se esperará que todo sea florido y hermoso, ¿no?- Pero claro, esto responde únicamente a recónditas reminiscencias de aquella vida pasada en que encarné a Jack el Destripador; leyendo terror no suele asomar el recuerdo de cuando fui Santa Teresa de Jesús, que moría porque no moría y al final morí porque me moría. Sí, en efecto: la única reencarnación en que he sido un Don Nadie ha sido precisamente esta, como le sucede a todo el mundo.
 
En resumen, y por no poder entrar en más detalles sin desvelar partes más decisivas de la trama, que estamos ante una novela más que leíble, y la recomiendo encarecidamente. Estos chicos no me han decepcionado nunca en los concursos del Ka Tet, y tampoco lo han hecho ahora.
Os apuesto unas cañas a que la empezáis, os metéis bien adentro y la disfrutáis.